
Cae en mis manos un ejemplar de la revista de la Universidad del País Vasco (UPV). La mitad de ella está en eúscaro, así que voy pasando las páginas mirando sólo las fotos. Veo una foto de una chica guapa y un artículo en castellano, titulado: "La educación en derechos humanos es fundamental para proteger a las minorías nacionales" (¡Vaya titulito!).
Resulta que la chica de la foto se llama Anja Mihr y es, nada menos, que presidenta de Amnistía Internacional en Alemania. El artículo completo está abajo, en rojo. Pero resumiendo, el artículo viene a decir que esta señora ha realizado durante ¡3 años! un trabajo, con otras 2 mujeres, oiga, para estudiar las minorías europeas. Pues bien, en una conferencia va y dice que las minorías nacionales quedan definidas como "
los grupos étnicos o religiosos con unas características lingüísticas, culturales o históricas diferenciadas que están sometidos a discriminación de hecho o por la ley." (Ver el resto en el artículo, transcrito abajo).
Hasta aquí todo bien, creo.
Parece que, queriendo ganarse a la audiencia (la conferencia la da en la UPV) les ofrece el regalazo de reconocer a los vascos como "etnia", así que equipara como minorías a los gitanos y a los vascos.
En este punto salta la polémica. A los asistentes no les gusta que les equiparen a los gitanos.Personalmente,
dudo mucho que los vascos sean una minoría según la definición dada por esta señora: ni son un grupo étnico ni mucho menos religioso. El tema de la lengua está tan manipulado por los nacionalistas que tampoco puede usarse como punto de apoyo para justificar que sea una minoría.
El famoso "grupo 0-" que alegaba Arzalluz para defender la exclusividad vasca está tan diluído hoy día que es difícil, si no imposible, usarlo como demostración de que es una etnia distinta a la de los castellanos, riojanos o cántabros. Mucho menos otras características físicas: altura, color del pelo, complexión, etc. Quizá pueda encontrarse el cero negativo en la sangre de algunas personas que vivan en los caseríos más remotos de las montañas de Vizcaya o Guipúzcoa (que lo dudo), pero no creo que eso justifique la "creación de la Gran Euskal Herria" con todos los territorios actuales ni mucho menos con los que reclaman los nacionalistas (toda Navarra y territorios franceses).
Curiosamente, los gitanos sí son una etnia muy clara y fácilmente distinguible. Esto no lo soportaban los asistentes a la conferencia, por lo que se produjo el acalorado debate. Supongo que casi todos eran filo-nazionalistas y estaban esperando que la profesora Anja Mihr les diera un respaldo mucho más claro, algo que ella hizo con buena voluntad hacia ellos pero con bastante torpeza, porque no era consciente de la radicalidad de los que tenía sentados en las butacas enfrente.
Intentando arreglar el desaguisado, buscó puntos de conexión entre los vascos -como supuesta minoría- y los gitanos, para demostrar su tesis. Pero no hizo sino ponerlo peor. Lo único que se le ocurrió decir (según el artículo) fueron todas aquellas cosas que los diferencian:
los vascos son ciudadanos asentados, ricos, políticamente poderosos, "y disfrutan de una protección de su lengua, cultura y economía."
¿Entonces?????Parece que se da cuenta, según va hablando, de que se está escorando y no consigue igualar a los vascos con los (supuestos) agravios de los gitanos, así que mete de refilón: "Sobre los vascos también existen prejuicios y estereotipos,...". ¡Vaya tía más lista! ¡Pues claro que existen prejuicios y estereotipos...! ¡Y sobre los gallegos, y los castellanos, y los andaluces... y los franceses, y los alemanes....!!! ¿Para eso ha gastado 3 años de estudios de las minorías? ¿Para decir esas obviedades?
Sólo puede explicarse tanta necedad si lo que pretendía era quedar bien con el auditorio, como dije.
Al final, el público se quita la careta y le dicen claramente lo que querían escuchar de ella desde el principio: "los gitanos no viven en un territorio delimitado como los vascos, no tienen un legado compartido, ni son políticamente movilizados en torno al concepto de nación como los vascos". (¡Chúpate esa mandarina!)
Supongo que queda claro que estas últimas palabras sólo pueden salir de la boca de un filo-nazionalista, porque hay un 50% o más de vascos que no se movilizan en torno al concepto de nación vasca, y así lo demuestran las elecciones una y otra vez.
En cuanto a la necesidad de protección de los vascos, la señora Anja Mihr parece que no ha hecho los deberes, después de 3 años, o no quiere enterarse de que hay una parte de esos vascos que se dedica a joder a los que no piensan como ellos. Y precisamente esos que se dedican a joder a los demás son los que "se movilizan en torno al concepto de nación" vasca.
Los otros que se sienten vascos y también españoles son la verdadera minoría que hay que proteger, en este caso de las leyes injustas del Gobierno Vasco y de la vía de los hechos (pintadas, kale borroka, presión psicológica, amenazas, extorsiones, secuestros, asesinatos...). Si es a esta minoría a la que se refiere Anja Mihr, entonces estoy de acuerdo:
"La educación en derechos humanos es fundamental para proteger a las minorías nacionales".
"La educación en derechos humanos es fundamental para proteger a las minorías nacionales".
Koro Lázaro
La investigadora de la Universidad Humboldt de Berlín y presidenta de Amnesty International de Alemania, Anja Mihr, ofreció una conferencia a finales de febrero en el Salón de Grados de la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación sobre "La enseñanza de los derechos humanos en Europa". En la actualidad, Mihr codirige un proyecto de investigación sobre este tema en el que también participan la jurista Claudia Mahler y la antropóloga social Reetta Toivanen. El trabajo analiza la educación en derechos humanos en seis países europeos: Alemania, España, Finlandia, Armenia, Estonia y Eslovaquia. Como bien explicó Mihr, dentro del estudio que comenzó en 2003 y concluyó el año pasado, se examinaron los marcos legales internacionales y nacionales existentes para la educación en derechos humanos, así como los actores gubernamentales y no gubernamentales que contribuyen a ésta, siendo el eje central del estudio las consecuencias que tiene la educación para los derechos en las minorías étnicas y nacionales particularmente vulnerables.
Minorías nacionales
"Tenemos que hacer hincapié en la diferenciación entre 'educación en derecho humanos' y 'educación para la ciudadanía -explicó Mihr-. Estonia está en proceso de transición a la democracia y su visión sobre la enseñanza en derechos humano es muy diferente a la que podamos ten nosotros aquí. Allí se habla de 'los deberes de los ciudadanos', como pagar los impuestos, no se les hablaba de derechos humanos. Los políticos estonios tienen miedo que la población reclame sus derechos, tan sólo quieren que sean 'buenos ciudadanos y acaten las leyes sin preguntar", resaltó la vez que se refería al caso de Sudáfrica "donde la constitución hablaba hace años del apartheid político y contempla la existencia de dos razas. Hoy en día eso sería algo impensable. Si un niño toma ese texto aprendería racismo", denunció.
Las minorías nacionales quedan definidas como "los grupos étnicos o religiosos con unas características lingüísticas, culturales o históricas diferenciadas que están sometidos a discriminación de hecho o por la ley. La educación en derechos humanos es fundamental para defender a las minorías que tienen que ser protegidas y apoyadas, para ello a la sociedad se le debe educar en contra de la discriminación y de la violación de los derechos humanos. Las autoridades tienen la obligación de interceder entre la sociedad y estos grupos". El estudio de Mihr contempla como minorías a los gitanos y a los vascos, comparación que suscitó cierto murmullo en la sala. "Soy consciente de que puede chocar el comparar una minoría nacional con inmigrantes que no son ciudadanos y no están asentados. Los gitanos son discriminados en el ámbito laboral, aunque también se da cierta automarginación. Sobre los vascos también existen prejuicios y estereotipos, aunque sean económica y políticamente poderosos y disfruten de una protección de su lengua, cultura y economía", afirmó.
El turno de preguntas dio lugar a un interesante diálogo entre los asistentes y la investigadora donde se analizaron diferentes puntos del estudio, pero fue sin duda su equiparación de las minorías vasca y gitana lo que más alentó el debate. Ya que como se apuntó desde el público "los gitanos no viven en un territorio delimitado como los vascos, no tienen un legado histórico compartido, ni son políticamente movilizados en torno al concepto de nación como los vascos".
Pero sí que me confunde la ‘ideología’ del PSOE y otros supuestos izquierdistas que apoyan el aborto (entrecomillo lo de ‘ideología’ porque no creo que el PSOE tenga ninguna otra que mantenerse en el poder a toda costa, así como el PP).
Siempre he pensado que la izquierda trabajaba por defender a los más débiles de la sociedad frente a los más poderosos. Y, para mí, los más débiles son -como dice la declaración de Derechos del Niño- los más pequeños y, entre estos, los nasciturus. Y entre una madre embarazada y su feto, tengo muy claro quién está en situación dominante y quién en posición de dependencia. Si yo fuera un radical de izquierdas diría que la madre es la “explotadora” y el feto “el proletario”.
Por eso creo que todos los partidos que se declaran “de izquierdas” en este país han renunciado a este postulado básico: defender al débil, por otro postulado mucho más pragmático: mantenerme en el poder. Que el PP y otros partidos “de derechas” defiendan el aborto no me extrañaría nada, pues cada hijo es un gasto añadido para los padres y la sociedad, y ya sabemos que esos señores ponen la economía por encima de todo. Pero que lo defiendan los de izquierdas eso ya demuestra hasta qué punto han renunciado a cambiar el mundo y se conforman con perpetuar -legalmente, eso sí- el abuso del fuerte sobre el débil (al final, su religión también es el dinero, como la de los otros).
No soy creyente y dudo mucho que exista Dios, pero la Ciencia me encanta. Leo todo lo que cae en mis manos sobre temas científicos, a lo cual supongo que ayuda que yo sea licenciado en Químicas. Y reflexionar a la luz de la Ciencia es lo que me ha llevado a entender sin ningún género de dudas que un cigoto es un ser humano diferenciado de la madre aunque dependa de ella para su subsistencia. Creo que las leyes españolas reconocen a un ser humano en un discapacitado mental, en un señor asistido por un pulmón artificial, en una señora en coma irreversible,… Si todos ellos son seres humanos -aunque dependen de otros para subsistir- y, por tanto, protegibles, ¿porqué no lo iba a ser un feto? En este sentido, no me importa lo que digan las leyes. Las leyes pueden ser injustas, aunque sean jurídicamente perfectas. Alguien mencionó el caso de la esclavitud en los EE.UU. También el ‘apartheid’ estaba regulado por leyes en Sudáfrica. Y supongo que los nazis podían haber derogado la constitución de Weimar y haber hecho unas leyes genocidas perfectamente argumentadas jurídicamente.
Desde mi óptica (y no digo nada nuevo) el ser humano comienza en el momento de la fecundación, y le podemos llamar ‘óvulo fecundado’, más tarde será ‘cigoto’, blástula, embrión, feto, bebé, niño, adolescente, joven, adulto y anciano (no pretendo ser exhaustivo, seguro que me dejo algunas fases) pero todos esos nombres no son sino momentos, fases, de la vida de un ser humano. Y si algunas fases son más importantes que otras (que no lo admito), lo serán aquellas primeras que dan lugar a las siguientes.
Al final, el tema del aborto no es una cuestión legal ni científica, sino moral. (La Ciencia ya ha hablado claro. Las ‘controversias’ sobre si el embrión es merecedor de derechos fundamentales o no, las crean otros que espero queden desenmascarados con lo que digo más abajo).
Y cuando digo ‘moral’ me refiero a la adhesión personal a unos valores, bien sea por motivos religiosos, bien por convencimiento y coherencia personal.
Si uno acepta un compromiso personal a favor de los seres humanos como parte de su moral, debe ser coherente con ello en sus pensamientos, palabras y actos, para ser realmente una ‘persona moral’. Ese compromiso le conducirá a defender a los seres humanos incluso perdiendo de su propia comodidad o arriesgando su vida. Esa moral le llevará a estar en contra del aborto incluso aunque sea mujer, esté embarazada por una violación, le digan que el niño presenta malformaciones y que su vida corre peligro si sigue adelante (¡todo a la vez!).
Hay otra ‘moral’ que se basa en el egoísmo: si algo me molesta, huyo de ello, lo rechazo o lo hago desaparecer como sea. Los seres humanos siempre nos molestamos -incluso sin querer- unos a otros. Así que esta ‘moral’ yo la considero contraria a la anterior, es decir, es contraria al compromiso con los seres humanos. Esta moral es la que lleva a defender el aborto o la eutanasia, pero por parecidos derroteros intelectuales se puede llegar a justificar con ella cualquier guerra, terrorismo, genocidio o situación de abuso o explotación. El eje sobre el que gira esta ‘moral’ es uno mismo y a este ‘bien supremo’ que es el YO se deben someter todos los demás, incluso eliminando sus vidas si es preciso.
Entre estos dos extremos hay grados, por supuesto. Pero esos grados los produce el no llevar hasta el extremo un caso u otro. Estar en contra de la guerra, por ejemplo, pero a favor del aborto -justificando que el embrión no es un ser humano- no es sino una forma de buscar una excusa para no ser coherente. La coherencia nos exige no poner límites artificiales a la definición de ’ser humano’. Y los límites naturales tal vez los podemos encontrar a través de la ciencia, que nos dice que el óvulo fecundado ya tiene un código genético diferenciado del de la madre y del del padre.
¿Por qué uno no querría ser coherente? A veces la coherencia hasta el extremo nos hace enfrentarnos a la grey, que en términos modernos sería la corriente principal de la sociedad, modelada cada día más por los medios de comunicación (y estos, a su vez, manejados por grupos de presión con variopintos intereses). Por evitarse conflictos con los que tienen a su alrededor, muchos de nuestros conciudadanos se quedan a medio camino en el compromiso con el ser humano y se apuntan a la corriente ‘de pensamiento’ dominante. Esto facilita el camino a los poderes para introducir las leyes que desean, aunque sean contrarias al ser humano, a sus libertades y derechos. Dicho en términos coloquiales, usan ‘el poder del rebaño’ (aumentado como una lupa por los medios de comunicación) para que los ‘toros’ acepten ir al matadero sin protestar (véanse los encierros de Pamplona). Para ello, se les rodea convenientemente de los toros mansos que sean necesarios.
(No olvidemos que en la España de Franco la gente se apuntaba mayoritariamente al catolicismo, aunque no supieran muy bien lo que eso implicaba. Y podría mencionar otros ejemplos en el mundo actual que están en la mente de todos. Ahora ocurre otro tanto en España con el aborto, la EpC, etc.).
Personalmente, me gustaría un mundo donde todos tuviéramos una moral de compromiso con el ser humano, no en abstracto, sino considerando a cada individuo como único, original e irreemplazable. Creo que habría mucho menos sufrimiento en el mundo, a pesar de lo que digan los agoreros que ahora nos dirigen. Y esa moral nos llevaría no sólo a ser solidarios con los más necesitados, sino también a estar en contra de las guerras, del terrorismo, de la hambrunas, de la pena de muerte, etc. pero también, en buena lógica, en contra del aborto sin buscar subterfugios.
[Publicado en:
http://www.arsuaga.net/?p=604
como contribución al debate existente bajo ese texto].