martes, 20 de mayo de 2008

La corrección política

Publicado en "El Mundo" del viernes 16 de mayo de 2008 (los remarcados en negrita son míos):

Vacuidades, de Pedro G. Cuartango en El Mundo

El pasado viernes María Teresa Fernández de la Vega anunció que el Gobierno va a reformar la Ley de Libertad Religiosa para, entre otras cosas, «garantizar el ejercicio del derecho de la libertad de conciencia».

No entiendo muy bien cómo los poderes públicos o una ley pueden «garantizar» la libertad de conciencia de las personas. Tal vez el Gobierno piensa en crear una policía del pensamiento, a la manera orwelliana, que penetre en las cabezas de los individuos para determinar si su conciencia es libre.

Seguramente Fernández de la Vega ha leído a René Descartes, que hablaba de un genio maligno que podía inducir a la conciencia a confundir lo verdadero con lo falso. Por ello, otra posibilidad es que el Gobierno quiera acabar con ese genio que perturba nuestro cerebro o, mejor, esa glándula pineal de la que hablaba el filósofo francés.

Cuando oigo hablar de proteger la libertad de conciencia o la de expresión, me pongo siempre en lo peor: que hay alguien que quiere poner limitaciones a su ejercicio. Todas las leyes restrictivas de derechos que se han hecho en España en el último cuarto de siglo se han justificado con el pretexto de garantizar algún tipo de libertad.

Se puede «garantizar» el ejercicio de la religión o del derecho de reunión, pero la libertad de conciencia no necesita tutela alguna porque es consustancial al ser humano.

Lo que hay detrás de la revisión de la Ley de Libertad Religiosa es el permanente afán del Gobierno de Zapatero de hacer ingeniería social para modelar esas conciencias que dice querer proteger y para restar poder a la Iglesia católica.

Lo peor que está haciendo Zapatero es gobernar con esa permanente voluntad de pedagogía política, en la que continuamente las autoridades nos tratan de inculcar lo políticamente correcto, cómo tenemos que pensar y cuáles deben ser nuestros valores cívicos.

En una reciente tertulia televisiva, la gran mayoría de los presentes rivalizaba como papagayos en quién era el más entusiasta defensor de la dignidad ofendida de Carme Chacón, como si poner en duda su ideoneidad para el cargo de ministra de Defensa fuera un insulto a la Humanidad.

Disentir se ha convertido en sinónimo de ser un retrógrado y un reaccionario que no entiende las buenas causas a las que noblemente se entregan Zapatero y De la Vega, erigidos en profetas del progreso, de la justicia y, sobre todo, de la diosa igualdad, a la que veneran como un fetiche.

Cuestiono la mayor. No necesito que nadie me aleccione ni me diga lo que tengo que pensar. Y si alguien lo intenta, que se moleste en aportar argumentos inteligentes y no vacuidades. Me duele la cabeza de tanta tontería y tantos eslóganes vacíos.

Acabaré por no leer los periódicos, no sintonizar la radio y apagar la televisión para protegerme de esta oleada de estulticia bienpensante que nos tiene sitiados.

© Mundinteractivos, S.A.


COMENTARIO: A mí me parece que este asunto está muy relacionado con esa obsesión del tándem Zapatero-DeLaVega de aleccionar moralmente a nuestros hijos a través de esa asignatura perversa llamada "Educación para la Ciudadanía". Perversa porque ni es educación ni es para la ciudadanía. Es otro cauce que han buscado para influir en la sociedad del futuro cercano, lavando el cerebro a nuestros hijos. Algo parecido a lo que hacen los nacionalistas en sus respectivas regiones con el idioma y la historia que se imparten a los niños, aunque de eso espero hablar más ampliamente otro día.

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