viernes, 23 de mayo de 2008

La austeridad no está de moda

Hoy pensaba sobre la austeridad, ese viejo valor que casi ha desaparecido totalmente de nuestra escala de herramientas sociales. No oirá usted hablar de austeridad a los políticos ni prácticamente a nadie. Eso no vende. Es políticamente incorrecto. La gente no quiere austeridad. La austeridad exige un grado de sacrificio y hoy somos todos hedonistas. Queremos sólo el placer, y de la forma más inmediata posible. Esto hace que esté en auge todo lo relacionado con el sexo y sobre todo el sexo rápido. Parece que el sexo lo hubiera descubierto nuestra generación, cuando es algo tan antiguo como la humanidad. Sin él no hubiéramos nacido nosotros ni nuestros antepasados.

Otra cosa que está subiendo como la espuma es el consumo de drogas. Son como píldoras de felicidad que nos hacen olvidar rápidamente la realidad por un rato, aunque luego incapacitan para afrontar esa misma realidad y crean el círculo vicioso que siempre acaba conduciendo a ser esclavo de ellas.

Tampoco me olvido del fracaso escolar. En una sociedad donde lo que prima es el placer y la vida fácil, donde no falta la comida y el resto de las necesidades básicas están cubiertas, ¿cómo pedir a los jóvenes que se sacrifiquen estudiando para tener un mañana mejor? (una de las cosas más ingratas que hay es estudiar, sobre todo si son materias que no nos gustan, que es lo que les suele tocar a los jóvenes en los planes de estudio).

Además, en España hace años que tener un título no es sinónimo de tener una vida mejor. Ahora nos quieren hacer creer que hay muchos licenciados en trabajos que no son de su categoría pero esto viene sucediendo muchísimo desde que yo acabé la carrera, y de eso ya hace unos 20 años. Pero además conozco gente que, trabajando en puestos acordes con su preparación académica, no son precisamente felices por diversas razones: no están pagados conforme a sus responsabilidades, tienen que dedicar más tiempo a la empresa del que dedica cualquier otro trabajador no cualificado (y sin cobrar esas horas), algunos tienen que pasar muchos días, e incluso semanas, en viajes de la empresa, alejados de su familia, sin poder ver a sus hijos, etc. En resumen: según mi opinión, en España se exprime mucho a los titulados cuando se les da un puesto acorde con su preparación, y ese puesto suele ser de mandos intermedios, y no se les recompensa en tiempo o dinero suficientemente.

Esto lo ven nuestros hijos, que están en edad escolar, e incrementa la desmotivación de esos jóvenes y les conduce al fracaso escolar. «¿Para llevar la vida de mi padre/madre tengo que estudiar? Casi prefiero trabajar de repartidor de pizzas y tener tiempo libre para jugar con la Play... (...Station)». Los jóvenes que piensan así (que no son todos) no se plantean un futuro sin sus padres, un futuro donde tendrán que buscar un lugar para vivir, pagar un alquiler o una hipoteca, además de cubrir los demás gastos comunes: luz, gas, alimentos, vestido... No aspiran a "triunfar" socialmente dirigiendo grandes empresas ni hacer grandes gestas, sino que sólo quieren disfrutar de la vida "a tope" y dejar un cadáver bonito. De nuevo, la cultura del hedonismo, del placer fácil y rápido de obtener. Su objetivo es tener dinero pronto para sus fines de semana, para un "carro" que impresione a las chicas, un móvil de última generación, una televisión de plasma enorme, etc. Eso lo pueden conseguir con cualquier trabajo no cualificado que hay por ahí "a patadas" y con sueldos de hambre. Pero para ellos ése sueldo es suficiente porque viven con sus padres y todo lo que ganan es para sus caprichos. No les preocupa una hipoteca ni sacar adelante unos hijos. Estos últimos seguramente nunca vendrán al mundo y la hipoteca... ¿qué es eso?.

Iba a hablar de la austeridad y quizá lo estoy haciendo, pero parece que me he desviado.

Vivimos en la sociedad del "usar y tirar". Los aparatos no se arreglan. ¿Cuántos talleres de reparación conoce usted? ¿Y tiendas de electrodomésticos? De estas últimas hay como champiñones. En cambio, talleres, hay que buscarlos en las páginas amarillas, y entonces te das cuenta de que generalmente están a desmano o muy lejos o en un sitio donde está difícil aparcar... ¡Y hay tan pocos!

Por tanto,... ¿se te avería el móvil? Es mil veces más fácil comprar uno nuevo que llevar a arreglar el anterior (que no antiguo). Y tan barato. Las cosas están diseñadas para que, si cascan, no sea rentable su reparación.

Volviendo al ejemplo del móvil: si no ha sufrido ningún accidente, lo más seguro es que sea la batería. Si la pudieras cambiar, te seguiría funcionando cinco años más pero, ¡ay!, ya no se fabrican esas baterías. Hay que cambiar el móvil entero, que no deja de ser una joya de la tecnología, por otro modelo, a poder ser el último que acaba de salir al mercado y que viene con la chorradita número veinticinco.

(Lo de los móviles es paradigmático. Lo pongo como ejemplo, pero también pasa con otros electrodomésticos, coches, etc.)

Un móvil puede durar, con un trato adecuado, cinco años antes de que la batería muera. El resto, la circuitería, es una joya que podría durar muchos más años. Pero nadie espera a que les falle la batería. A los seis meses ya nos hemos encaprichado de otro o la operadora nos hace una oferta "irresistible" para que lo cambiemos por un modelo mejor y/o más sofisticado. Total, por unos pocos euros, tengo un móvil nuevo. ¿El viejo? Pues tal vez lo vendamos de segunda mano a algún inmigrante o se lo regalemos al hijo de un amigo, o lo demos como parte del precio del nuevo... o lo olvidemos en un cajón o lo llevemos al Punto Limpio (si es que no lo tiramos a la basura directamente, ¡horror!).

La austeridad es lo contrario al consumismo. Y la publicidad, bendecida por la clase política, nos lleva al consumismo desaforado. Los políticos de cualquier signo siguen creyendo que el consumo abundante es lo que mantiene el desarrollo de una sociedad. Y es muy difícil desmontar esa falacia porque tienen razón, pero sólo en lo referido al desarrollo insostenible que es el modelo de desarrollo que tiene nuestra sociedad y que han adoptado casi todas las sociedades actuales en el planeta, por contagio de la sociedad occidental. Por "desarrollo insostenible" me refiero a aquél que consume los recursos naturales a una velocidad mayor de aquella a la que pueden regenerarse. En algún momento este tipo de desarrollo tiene que entrar en crisis, simplemente porque los recursos se agotan. Es una cuestión de tiempo.

Sólo las comunidades rurales de algunos puntos del planeta siguen manteniendo un sentido de austeridad en su vida y esto les permite estar en equilibrio con su entorno, sin degradarlo irremediablemente. Esas comunidades saben que su subsistencia está en relación directa con la de su entorno natural. Si este desaparece, ellos también se extinguirán como pueblo. Claro que no cuentan con que hay otros pueblos voraces que irán a consumir los recursos de su territorio sin importarles el futuro de esa población autóctona y autárquica.

Lo quiero dejar por hoy, ya me he extendido demasiado. Pero me voy a permitir añadir otro pensamiento: el consumismo nos lleva a vivir todo como un artículo de consumo más. Por ejemplo, el amor. Me enamoro hoy (caprichosamente) pero mañana puede que cambie de pareja. El divorcio expréss auspiciado por Zapatero es la prueba más palpable de este consumismo en el que hemos caído. A los tres meses de casarnos ya nos podemos divorciar. Si no tiene sentido esforzarse por mantener a flote una relación, si la palabra sacrificio ha salido de nuestro diccionario vital, ¿para qué seguir juntos? «Bebamos este amor de un sólo trago y mañana digámonos adiós».

Zapatero y su cohorte de papagayos nos venden el "divorcio expréss" como un derecho que se nos amplía, pero es sólo una concesión más a nuestras pasiones. Y las pasiones no quieren sacrificio sino desenfreno. "Pan y circo" para que el pueblo esté contento. Pero vendrán los bárbaros, acostumbrados a la lucha, y borrarán nuestra estirpe y tal vez incluso nuestra cultura y el recuerdo de que alguna vez también fuimos un pueblo luchador.

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