domingo, 1 de junio de 2008

Aquí no dimite ni el gato

En España, especialmente entre la clase política, no existe la cultura de la dimisión. Aquí no dimite "ni el gato" por muy grande que sea el escándalo destapado o la pifia perpetrada.

A ver, intente usted recordar cuántos políticos han dimitido por simple responsabilidad política. Seguro que los puede contar con los dedos de una mano y le sobran dedos.

Hay que mencionar honrosas excepciones, como el ministro Antoni Asunción que dimitió cuando se escapó Luis Roldán (director socialista de la Guardia Civil), que estaba siendo investigado por ladrón de guante blanco, y eso que Asunción llevaba sólo 5 meses en el cargo y no tenía ninguna responsabilidad en el nombramiento de ese individuo (por cierto, si se cambian de orden las letras de Roldán, resulta la palabra "ladrón"). Pero Asunción dió un ejemplo de honestidad único en su especie en la historia reciente de España al asumir la responsabilidad política de la fuga.

El otro caso que me viene a la mente, por excepcional, es el de Josep Borrell, elegido en primarias candidato del PSOE a la presidencia del gobierno para las siguientes elecciones generales. Ante la salida a la luz pública de que dos de sus antiguos colaboradores en el ministerio de Hacienda estaban mezclados con un turbio asunto financiero que le salpicaba a él, decidió renunciar a seguir siendo el candidato del PSOE. Borrell nunca ha sido un santo de mi devoción, pero su reacción en aquella tesitura me pareció muy elegante y todavía hoy creo que es un ejemplo de limpieza en la vida pública.

Ha habido algún caso más de dimisión, pero creo recordar que eran dimisiones justificadas porque el interesado estaba realmente implicado en la trama, no como los anteriores mencionados que, prácticamente, les explotó en la cara un globo que no era de ellos.

Dicho esto, quiero volver a mi argumento inicial. En España se dimite poco. En los tiempos de Felipe González se decía: "el que se mueva, no sale en la foto". Con esto se daba a entender que había que permanecer imperturbables ante cualquier viento adverso que soplara: economía, terrorismo, escándalos, etc. Había que poner cara de póquer y decir eso de "aquí no pasa nada". Y el pueblo tan contento porque les volvía a votar.

Ese caldo de cultivo lo heredó la era Aznar, en la que tampoco hubo dimisiones a pesar de los sucesivos fiascos. "España va bien" era el lema de los gobernantes peperos. Recuerdo el "Prestige" (¿quién no lo recuerda?) pero también otros como el accidente del Yak-42 (todavía colea) y como la fallida negociación con ETA. La memoria es flaca pero si rebuscara en la Red, seguro que encontraba muchos casos de esas dos legislaturas que nos harían pensar en que una dimisión (o varias) habría sido necesaria.Pero nadie dimite porque así parece que no lo hacemos mal.

Esto viene al hilo de lo que pasa en el PP actualmente. Me explico.

Rajoy perdió unas elecciones pero no dimitió. El PP se enrocó en su estrategia de no reconocer errores con la gestión del 11-M, la guerra de Irak, el Prestige, etc. y formaron una piña alrededor del líder vencido en las urnas supuestamente por influencia de la barbarie terrorista. Así ha transcurrido la legislatura hasta las recientes elecciones generales en las que el PP, con Rajoy a la cabeza, ha vuelto a perder. Segundo revolcón para este dirigente que, a la vista de los resultados, tendría que haber ido pensando en hacer las maletas, aunque gestionando dentro del PP una transición pacífica a un nuevo liderazgo. Y luego irse, aunque siga de diputado. Pero tampoco dimite en esta ocasión y, más bien al contrario, afirma sentirse con ganas de volver a ser candidato del PP para las próximas generales.

Rajoy nunca me ha parecido un líder en España. No sé qué tal será como gestor aunque aquellos temas en los que ha estado implicado se ha visto, a la larga, que no han ido muy bien. Pero lo más grave es que, para ganar unas elecciones en España, hay que tener cierta medida de magnetismo personal. Y Rajoy carece de él, al menos esa es mi impresión. Y Zapatero tiene poco, pero tiene toneladas más que Rajoy. Y Zapatero ha sabido, a falta de carisma, cultivar una imagen de dirigente dialogante y tolerante que ha caído muy bien entre los españoles, y por eso ha conseguido muchos votos que su falta de carisma le habría hecho perder.

Pero Rajoy no. Rajoy es soso hasta el aburrimiento. Es tan soso que hasta parece que no tiene ideas propias. Tiene razón algún dirigente del PSOE que, a modo de burla, dice que Rajoy no sólo es registrador de la propiedad de profesión sino que además lo parece. No sé porqué, pero me imagino a los registradores de la propiedad como gente muy seria y muy aburrida. Y Rajoy encaja perfectamente.

Aznar, sin ser ningún superdotado para el carisma, tenía una sonrisa bastante engatusadora y también supo, como Zapatero, crearse una imagen de derecha tolerante y dialogante, al menos hasta que logró la mayoría absoluta.

En esta segunda legislatura zapateril, Rajoy se enroca nuevamente, aprovechando los resortes de la dirección del partido y de aquél dicho de que "el que pega primero pega dos veces". Ha lanzado su órdago antes de que las filas populares pudieran haberse recompuesto después de la derrota electoral. Y esto ha hecho que muchos compromisarios del PP le dieran su apoyo de una forma borreguil, que es como suelen funcionar las organizaciones, como lo son los partidos políticos, que a veces más bien parecen rebaños. Algunos de estos se han arrepentido públicamente después y otros muchos me imagino que en privado, pero estos últimos no se atreven a mover ficha y eso juega a favor de Rajoy.

Rajoy no tiene "tirón" y, después de dos fracasos, debería marcharse. Es verdad que ha habido bajas significativas en el PP (María San Gil y José Antonio Ortega Lara) y algunas voces críticas (Aguirre, Elorriaga, etc.). Pero mucho me temo que el anunciado congreso no sea sino un paseo triunfal para Rajoy, aprovechando el miedo de los delegados a cambiar su apoyo hacia otros candidatos. Además, parece muy difícil que puedan presentarse otros al haber acaparado Rajoy la mayoría de los avales de los delegados.

Si es así, Rajoy volverá a presentarse como candidato del PP y presumiblemente volverá a perder las elecciones. ¿Se irá entonces?. La única manera de que no pierda las elecciones es que el PSOE lo haga francamente mal esta legislatura o tenga algún tropiezo gordo al final (como el atentado del 11-M, Dios no lo quiera). Esa es la única posibilidad para que Rajoy pueda sentarse en la poltrona de La Moncloa. Y no creo que nuestros ojos lo vean.

Y otro caso que me viene a la cabeza, aunque no es de la política. Me refiero al seleccionador nacional de fútbol, Luis Aragonés, que ya dijo hace años que se iba si no ganaba el Mundial, pero luego se desdijo y no se ha ido. Nadie parece habérselo reprochado. Simplemente le ha echado cara y ahí sigue, sin conseguir ningún título y cobrando seguramente un montón de dinero del erario público.

Y quiero terminar donde empecé: en España no hay cultura de la dimisión. Si la hubiera, podría haber ocurrido que Rajoy hace años estaría en segunda fila de la política y otros habrían llevado las riendas del PP, tal vez con más fortuna en estas últimas elecciones para ese partido.

Hasta podría ocurrir que ganásemos algún título con la Selección Nacional si dimitiera Luis Aragonés.

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