miércoles, 30 de abril de 2008

Cita de Isabel Menéndez

«¿Por qué cuanta más libertad consigue el sexo femenino, más se reduce a la mujer a un cuerpo?»

Isabel Menéndez (psicóloga),
revista "Mujer de Hoy", 13 al 19 de octubre de 2007, pág.18.

Quizá en la misma pregunta está la respuesta. Liberadas de las presiones religiosas y culturales, muchas mujeres están dispuestas a disfrutar de su cuerpo a tope, y eso implica ponerlo en valor en el "mercado de la carne". Quizá existe, en la genética de la mujer, el anhelo de seducir, de ser deseada, de ser alguien para el otro, y eso lleva a muchas mujeres, zarandeadas por la ideología de género, a usar su sexualidad sin contenido afectivo, intentando imitar a los hombres en un rol que a ellas les es ajeno desde el fondo de sus células. La mujer en general no puede (y por su propia felicidad, tal vez no deba) separar la sexualidad de la afectividad. Yo creo que esto se nos da mejor a los hombres, aunque puede que también conlleve grandes dosis de insatisfacción en los hombres que así actúan.

Esa sexualización pública de la mujer implica, por ejemplo, que los medios de comunicación y la sociedad en general, especialmente la parte masculina, observen esa situación como si de un mercado de cuerpos (y no de mentes) se tratara: moda, belleza, salud, sexo, viajes, etc. Eso parece dar la felicidad, si lo tienes. Pero luego resulta que no, que lo que la mujer necesita para ser feliz es algo mucho más profundo que la miopía feminista es incapaz de ver.

Las feministas persiguen la "liberación" de la mujer, pero no parecen darse cuenta de que cada vez están consiguiendo mujeres más insatisfechas, tristes y solitarias.

Y las mujeres que de buena fe observan a la fauna masculina intentando encontrar un compañero fiable se dan cuenta de que el hombre cada vez es más egoísta, menos inclinado al compromiso. Y tiene su explicación: mientras las mujeres dependían de los hombres para su sustento y el de su prole, el hombre tenía un deber moral de permanecer junto a ella (aunque hubiera abandonos, una inmensa mayoría lo aceptaba como el rol natural), aparte de las presiones sociales y culturales que le obligaban. Pero una vez que la mujer puede ganarse el sustento con su propio trabajo fuera de casa y puede controlar su fertilidad, el hombre se ve libre de esa obligación moral de permanecer en el nido. Es mucho más fácil que levante el vuelo o que, simplemente, nunca llegue a formar una pareja estable.

Yo creo que las feministas no habían previsto esta consecuencia inmediata de la "liberación de la mujer": la "liberación del hombre", una liberación quizás tanto o más amplia que la de la propia mujer. ¿En qué consiste? En ser egoísta, en vivir para darse gusto en todo. Ahora no tiene que compartir su sueldo con nadie ni tiene que cuidar de una prole. Por el contrario, puede tener sexo sin consecuencias, puede pagarse caprichos antes prohibidos o prohibitivos, no tiene que pedir permiso o negociar con la esposa si va a hacer esto o lo otro, etc. Ese hombre es el que ve la mujer como un cuerpo para disfrutar mientras dure, no como una compañera con la que compartir cuerpo y mente el resto de su vida. Ese hombre, empujado por la "nueva mujer", sólo ve en la mujer un objeto de consumo como otros tantos de los que se rodea. Por eso, como consecuencia inesperada del feminismo, surge esa situación que ha detectado inteligentemente la psicóloga Isabel Menéndez y que cito al principio de este texto.

El hombre quizá siempre ha sido así: egoísta, individualista, ajeno al concepto de paternidad. Su misión en la naturaleza era extender los genes a la siguiente generación, siendo esto algo placentero para él, despreocupado de quién cuidará de la hembra y de los posibles frutos de esas uniones. Sólamente unas estrictas normas sociales y/o religiosas han conseguido, durante miles de años, sujetar al hombre junto a la mujer y hacer que, de esta mutua colaboración, la especie humana obtuviera la perpetuación (recientemente he leído que alguno de nuestros eslabones ha estado a punto de desaparecer y, con él, la Humanidad entera que ahora conocemos).

Las feministas quieren echar abajo esas normas sociales y lo están consiguiendo. Dicen que esas normas le ha impuesto a la mujer un corsé (el "género") que le impide desarrollarse, crecer, estar a la altura del hombre. Pero el precio a pagar por derribar esas normas milenarias nadie lo sabe. De momento, el hombre está más libre que antes y puede que esté mejor incluso que la mujer liberada porque para él ese estado "salvaje" es más natural que para la mujer, que siempre ha sido más social y busca una compañía estable.

(No sé quién va a cuidar de este "hombre liberado" cuando llegue a la vejez, pero eso es otra historia en la que no quiero entrar ahora por no extenderme.)

Las mujeres más liberadas (por seguir la terminología feminista, aunque no sea muy acertada), las de los países desarrollados, están dejando de tener hijos. España es uno de los de menor tasa de natalidad del mundo. La pirámide poblacional se invierte. El sistema de pensiones se pone en peligro porque hay más beneficiarios que contribuyentes. Mientras exista inmigración, se podrá confiar en que la pirámide siga guardando su forma y el sistema de pensiones se mantenga, al menos para ciertas prestaciones mínimas.

Pero esto es sólo parte del precio. Las consecuencias las sufrirán generaciones de mujeres y hombres en el futuro, incluyendo a los que ahora estamos aquí y nos creemos a salvo.

No hay comentarios: