Hace poco me di cuenta de que el odio que tienen los 'progres' a los 'pijos' no es sino una forma de expresar la envidia que tienen hacia su estilo de vida, su forma de vestir, sus muebles, sus casas o mansiones, etc. porque, en cuanto pueden, les copian en todos esos aspectos. Tenemos hartas noticias en los medios que nos demuestran que esto es así: consejeros que se tunean el coche oficial, ministros que reforman sus despachos, ministros y jueces que se van de caza con personajes 'forrados' e influyentes, presidentes que usan aviones militares para sus asuntos privados, etc. y todo ello gastándose el correspondiente pastón a cuenta del erario público, por mencionar sólo unos pocos casos recientes publicados en la prensa y referidos a personajes 'de la izquierda'.
Hoy me ha llegado una foto de Zapatero en un mitin exhibiendo su cinturón de marca Hermes, valorado en 500 euros.
El powerpoint hacía mofa del socialismo del presidente cuando se atreve a posar con ese cinturón, mientras hay más de 4 millones de parados y en un millón de hogares españoles todos sus miembros en edad de trabajar están en el paro. Estos sí que tienen que apretarse el cinturón, pero no parece que vaya a hacerlo el presidente, venía a decir.
Yo creo que hay una lección de psicología profunda en todo ello, como decía al principio. Los progres envidian a los pijos y les imitan a la primera ocasión que se presente, como por ejemplo cuando tienen posibilidades económicas para hacerlo. Pero no pueden reconocerlo. Eso sería lo mismo que decir que han renunciado a sus ideales, cosa que hace una eternidad hizo la izquierda, pero no sería políticamente correcto decirlo o reconocerlo. Y "la corrección política" es el primer mandamiento de un progre.
A mí no me gusta -hoy por hoy- el estilo 'pijo' porque me parece que se queda en lo superficial y lo eleva a un estatus de valor por encima de lo profundo. Dicho con palabras menos filosóficas: valora más la botella de vidrio que el vino que contiene. Es la botella la que está al servicio del vino, y malo debe ser el vino cuando ocurre al revés.
Pero para un progre no es ése el problema. El problema es que el pijo usa ropa de marca que él no se puede pagar. Detrás está la envidia. Pero para no reconocer esa envidia, en su ideario habrá una injusticia sin saldar: el pijo es un rico que se viste bien porque no reparte con los pobres. Más, si algún día puede llevar él también esa ropa, la llevará, y seguirá proclamando su fidelidad a la justicia social, al reparto de las riquezas (las riquezas de los demás, claro), etc. aunque sin mover un sólo dedo en ésa dirección ni, mucho menos, empezar a repartir con sus propios bienes para dar ejemplo. Todo lo que diga o haga se quedará en un nivel teórico, pero sin implicaciones personales que le muevan de su posición de pijo en el que se habrá convertido.
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