viernes, 12 de diciembre de 2008

El laicismo es una religión encubierta

En esta época de laicismo militante hay que decir que este laicismo no es sino una religión más que intenta imponerse sobre las demás. Una religión sin dios (aparentemente) pero tan feroz o más que las que ya conocemos. Porque no creo que haya habido guerras ni dictaduras más sanguinarias que las llevadas a cabo por el laicismo. Hay tenemos, a la vuelta de la esquina, en el siglo XX, las dos ideologías laicas más terribles que ha sido capaz de producir el hombre: el nazismo y el comunismo.

El nazismo empezó una guerra que llevaría a la muerte a millones de personas en todo el mundo, aunque especialmente en Europa. Además, alimentaría hornos crematorios con millones de cuerpos humanos previamente torturados por el hambre y por el hombre.

El comunismo hizo algo parecido. Las purgas de Stalin eliminaron a millones de seres humanos que no eran de su agrado. Eso, sin contar otros muchos crímenes cometidos también durante la Segunda Guerra mundial, y otros muchísimos por todo el mundo, en nombre del comunismo: Vietnam, Corea, China, Cuba...

Sólo estas dos ideologías laicas han destruido, probablemente, en un solo siglo, a más millones de personas que todas las guerras de religión en los miles de años que llevamos de historia de la Humanidad.

Por eso, mucho ojo con ese afán desmedido de quitar todo símbolo religioso de los espacios públicos. Empezamos exigiendo que se quiten los crucifijos de las aulas y acabaremos prohibiendo las expresiones de religión más tradicionales, como las procesiones, por ejemplo, simplemente porque exhiben símbolos religiosos. (Pensemos, desde el punto de vista simplemente crematístico, cuándo turismo atraen nuestras procesiones de Semana Santa, por nombrar sólo un caso).

Yo no soy creyente, pero me asusta este fanatismo laicista que ha venido de la mano de Zapatero. Los radicales más peligrosos de nuestra sociedad, que en toda sociedad los hay, están crecidos con la ascensión de Zapatero. No sé si porque ven en Zapatero a otro radical como ellos o porque ven un gobierno débil que deja campar a sus anchas este jinete apocalíptico cuya misión es destruir todo lo que recuerde a la historia de España, por valioso que esto pueda ser en términos objetivos.

Creo que España tiene una larguísima tradición cristiana que hay que respetar, aunque sea sólo por razones históricas. Si alguien hoy se escandaliza de ver un crucifijo en un aula, mañana se escandalizará de ver una cruz en lo alto de una iglesia y posteriormente habrá que retirar las vidrieras de las catedrales porque "atentan contra el espacio público". Más tarde estará prohibido exhibir cualquier símbolo religioso en el atuendo personal (una cruz, una imagen de un santo, una insignia de un grupo religioso, un hábito de monje, etc.) porque "atenta contra la libertad religiosa de los demás". En este país hay tanta estulticia que estas cosas se abrirán camino solas, simplemente por la inacción y dejadez de la mayoría, auque sean creyentes. Y otros muchos ignorantes aplaudirán estúpidamente cuán laicos somos y creerán que el resto del mundo debería mirarse en nosotros para seguir los mismos pasos del laicismo combativo.

Cuando esos pseudo-progres hablan de laicismo me recuerdan a los gulags, los campos de concentración, de exterminio, el Holocausto... Algunos se preguntan cómo se pudo llegar a aquello. La respuesta la tenemos ante nuestras propias narices. Habrá que parar a estos fanáticos laicistas antes de que nos deslicemos por alguna pendiente que nos lleve a otras guerras o genocidios.

La Iglesia católica y todas las religiones han hecho, sin duda, mucho daño a mucha gente. Porque donde hay poder hay abusos, y donde hay abusos hay sufrimiento. Pero la Iglesia ya no es un poder que haya que temer en España. La gente se toma sus directrices con bastante relativismo. Son más peligrosos quizá los musulmanes, porque no han hecho todavía la transición mental de separar los poderes político y religioso. Su obsesión -como otras religiones intentaron anteriormente- es llevar sus normas religiosas a los Códigos Civil y Penal.

Pero quizá son peores los laicistas porque se creen con una superioridad moral que recuerda los peores tiempos de la Inquisición.

El laicismo pretende que debe combatirse la idea de Dios. No obstante, en su propia filosofía subyace la idea de que hay ciertos valores absolutos: el hombre, la sociedad o el dinero.

Cuando el hombre deviene dueño absoluto de sus actos y no necesita rendir cuentas a nadie, él mismo se convierte en un dios. Este tipo de planteamientos conllevan a genocidios como el aborto, que están sucediendo en nuestros días mientras todos miran hacia otra parte. Las feministas alegan: "Mi cuerpo es mío, yo decido" (pero olvidan que el embrión no es "su cuerpo" ni un apéndice, sino un ser humano completo que depende -eso sí- del cuerpo de la mandre). Es el laicismo llevado al extremo, donde el hombre se arroga derechos de Dios, decidiendo sobre la vida o muerte de otro. ¿Es o no es una religión con su deidad y todo?

Cuando el valor absoluto se pone en la sociedad, se generan estructuras como el comunismo, que aplastan al individuo en favor de un "bien social" difícilmente demostrable. Esto lo determina el líder (por ejemplo, Fidel Castro) o el Partido. Porque también los partidos adquieren el "status" de dioses, siendo ellos los que determinan las normas morales que deben seguir los individuos en su sociedad. El que se desvía es severamente castigado.

Cuando el valor absoluto se pone en el dinero, el ser humano es aplastado por las estructuras económicas. Su trabajo es alienante. Es el caso del llamado "capitalismo salvaje". Muchos países pueden estar bajo este esquema, empezando por EE.UU. Para evitarlo, las democracias intentan poner salvaguardas que protejan los derechos de los ciudadanos: derechos laborales, sociales, a la cultura, a la salud, etc. Cuando es un país capitalista dictatorial, el dinero se impone en la voluntad de los dirigentes -cuando no directamente los corrompe- y entonces los ciudadanos sufren el máximo de conculcación en sus derechos.

Todos estos son casos extremos de laicismo. Cuando las religiones tienen algo de autoridad sobre la población, pueden ayudar a suavizar la dureza del laicismo imperante. En Polonia, por ejemplo, la fuerza del catolicismo permitió acelerar la apertura del país y el abandono del comunismo. En España, la Iglesia facilitó la transición desde la dictadura hacia la democracia. En Sudáfrica, Desmod Tutú, obispo anglicano, se puso al frente de un movimiento popular contra el Apartheid. Y así, podríamos seguir mencionando muchos más casos.

Yo creo que el Cristianismo ha ayudado a nuestra sociedad occidental a avanzar en el respeto a los derechos humanos. La democracia -un hombre un voto- está emparentada con la igualdad en dignidad de todos los hombres a los ojos de Dios. Jesucristo defendió la dignidad de la mujer en medio de una sociedad donde se la despreciaba hasta el extremo. Eso ha hecho que en la familia cristiana la mujer tenga la misma dignidad que el hombre, aunque por razones prácticas e históricas ambos hayan tenido papeles distintos en la sociedad. Se suprimió en el catolicismo la posibilidad del repudio, que era una opción abusiva que tenía el hombre sobre la esposa en el judaísmo, así como el divorcio, que dejaba a la mujer en la más mísera de las indefensiones. La Iglesia defendió, a través de las órdenes religiosas, los derechos y dignidad de los pueblos indigenas colonizados por los españoles. Y son numerosas las encíclicas que hablan de los derechos laborales, sociales, etc. relativas a todos los seres humanos. De esa corriente de pensamiento, aunque despojándola de su contenido religioso, han bebido muchos filósofos y pensadores del llamado "socialismo utópico" que más tarde han desembocado en los partidos de izquierda actuales (los cuales han perdido bastante el norte, y ya no persiguen la utopía).

Se podrían decir muchas más cosas de la aportación de la Iglesia al pensamiento moderno occidental, pero creo que pueden servir las anteriores como simples pinceladas que nos hagan valorar nuestra herencia cristiana, incluso aunque no seamos creyentes.

No soy un experto, pero esta es mi visión del laicismo. El laicismo, lo que antes en la Iglesia se llamaba "paganismo", puede ser tan cruel o más que la peor de las religiones.

Estemos atentos por si acaso.

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