La Legislatura del 2007 al 2011 tuvo un papel importante en el equipo de gobierno del PP del Ayuntamiento de Burgos una concejal que se llamaba, y se llama, Gema Conde.
Sin que se supiera por qué, al final de aquella legislatura se promocionó (por así decirlo) a esta concejala a ser diputada por el PP en las Cortes de Castilla y León. No sabemos si es que lo hizo muy bien en el Ayuntamiento y por eso la promocionaron. O es que había que tapar otras cosas. Dicho de otra forma: tal vez se había manchado las manos más de la cuenta en algunos asuntos de gobierno y había que buscarle una protección jurídica, lo que se llama "aforamiento", el que tienen los diputados autonómicos así como otros miembros parlamentarios de nuestra querida monarquía platanera.
Si había alguna cosa que destapar, nadie la destapó en los cuatro años siguientes.
La salida de la Conde coincidió (si la memoria no me falla) con la marcha de Juan Carlos Aparicio a Madrid y su abandono del sillón de alcalde. En su puesto el PP decidió colocar a Javier Lacalle, un licenciado en Derecho sin oficio conocido aparte del ejercicio de la política.
El lugar de Gema Conde, o algo parecido, lo ocuparía un bisoño concejal llamado Ángel Ibáñez que, de pronto, adquirió un papel relevante en diversas áreas municipales. Tal vez por su (supuesta) amistad con el recién llegado Lacalle.
Transcurrió la legislatura 2011-2015 sin pena ni gloria. Aunque para el PP fue más bien “de pena y sin gloria” porque perdió la mayoría absoluta en el ayuntamiento de Burgos y en casi todas las poblaciones de España en las que la tenía.
En esa legislatura ocurrió la famosa “revuelta de Gamonal”, por ejemplo. Pero en todo el país se respiraba el tufo de la corrupción hasta niveles insoportables. Fueron también los tiempos de Bárcenas, el caso Gürtel, los ERE de Andalucía y tantos otros.
Volviendo a Burgos y curiosamente, al final de esta legislatura asistimos a la recuperación de Gema Conde para las tareas municipales y a la "promoción" ahora de Ángel Ibáñez al parlamento autonómico.
De nuevo, y como suele ser costumbre, no hay explicación oficial por parte del PP de este travestismo. Suponen que como los votantes son tontos o, al menos, lo parecen y, desde luego, poco críticos, nadie va a cuestionar la estrategia del partido. En esto aciertan porque, salvo estas líneas, en ningún sitio he leído que alguien se pregunte a qué juegan.
A mi me huele a corrupción o, al menos, a graves irregularidades cometidas en el ejercicio del cargo.
Para salvar el trasero de Ibáñez, como antes el de Conde, se le otorga aforamiento durante unos añitos. No sea que, por desavenencias personales o porque sí, alguien tire de la manta y tengamos al concejal en los juzgados. ¡Imagínese qué perjuicio electoral para el partido en las próximas elecciones! (Lo de menos es que la verdad resplandezca).
Si te quitas de en medio, majete, es más probable que tus enemigos se olviden de ti y no investiguen aquellos asuntos turbios en los que te manchaste las manos.
Supongamos por un momento que el viajecito primero de la Conde y luego de Ibáñez a las esferas autónómicas ha sido para premiar una buena ejecutoria de concejal. Si un concejal es buen gestor, ¿puede la ciudad perderlo para llevarlo a ser representante de la autonomía? ¿Debe un partido hacer prevalecer los premios personales por encima del bien de la ciudadanía? Muy bien, que así sea. Pero, si fue el caso de la Conde, ¿por qué vuelve? ¿Lo ha hecho mal en la autonomía?
Sea cual sea la explicación, el partido debería dejar claro a sus votantes por qué alguien sale de una lista y entra en otra. Y viceversa.
Por supuesto, no van a decir la verdad. Dirán lo que esperan que convenza a los acríticos votantes sin revelar las verdaderas razones (presuntas ilegalidades cometidas por el interesado, incompetencia, premios a la fidelidad…).
Pero, al guardar silencio, me hacen pensar que las verdaderas razones son más bien inconfesables. Y así entramos en el terreno de las conjeturas que autorizan a cualquiera a ser tan mal pensado como desee.
No he entrado en otros casos locales como el del sr. Aparicio que, siendo todavía alcalde, se presentó a Senador (¡y salió! de modo que toda una legislatura compatibilizó ambos puestos). Luego se marcha definitivamente de alcalde sin dar tampoco explicaciones. Etc., etc.
Mientras votemos a partidos con esta falta de transparencia (y no me refiero sólo al PP), que nadie se extrañe de que la corrupción galope por la piel de toro.
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