jueves, 1 de mayo de 2014

Antigua Grecia y religión

He leído estos días unos artículos sobre la Grecia clásica (revista MUY HISTORIA nº 42, año 2012), de la cual tanta influencia ha llegado hasta nuestra civilización occidental moderna.

Hay muchas cosas que me han llamado la atención, aunque muchas son también las que ya conocía por los estudios de bachiller y otras lecturas ocasionales sobre el tema.

Estos artículos me han proporcionado también una visión más de conjunto, con una cierta linea temporal que ha dado más coherencia a unos conocimientos sobre el tema, los míos, más bien inconexos.

En otras entradas tal vez haga nuevas reflexiones sobre este tema, pero hoy me voy a ceñir a un aspecto, el religioso. No es que yo sea un experto en absoluto, pero me gusta comparar y observar cómo la Humanidad ha tratado diversos temas en el pasado para tener una mejor perspectiva al analizar el presente. Y un tema muy importante, nos guste o no, es el de la religión.

Dice el texto que los griegos no tenían religión, sino mitos. Los mitos eran unas tradiciones verbales y escritas que describían a los dioses que gobiernan el mundo, así como su historia: nacimiento, crecimiento y vicisitudes. Los dioses así reflejados eran tremendamente humanos: sentían pasiones y deseos muy similares a los de cualquier humano, se parecían en prácticamente todo a nosotros salvo en que eran inmortales y tenían ciertos poderes que estaban vedados al común mortal.

Aquí hay un comienzo de conexión con nuestro mundo moderno. La versión actualizada de los dioses y semi-dioses griegos son los superhéroes. Es incleíble cómo las películas sobre estos seres atraen al público de todo el mundo y son, una vez tras otra, auténticos éxitos de taquilla. Por supuesto, ahora sabemos que esos seres son fantásticos, es decir, irreales, pero nos permiten soñar con un mundo más justo y más seguro. Ahí radica seguramente su atractivo.

A los antiguos griegos nos les importaba que sus dioses tuvieran debilidades humanas como ellos o, tal vez, incluso preferían que fueran así, porque de esta forma era esperable que se dejaran agasajar por las ofrendas del creyente como se dejaría ablandar un humano con las dádivas de otro ser humano.

Los griegos hacían ofrendas a estos dioses para ganarse su favor, pero siempre eran ofrendas externas: sacrificios de ganado o exvotos que se entregaban al templo y enriquecían su tesoro. No implicaba un esfuerzo personal de superación moral.

Otra forma de expresar su religiosidad era la consulta de los oráculos para saber si los dioses les iban a ser favorables, siendo los oráculos de Delfos y de Dodona los más famosos, aunque hubo muchos otros.

¿Qué es la consulta de videntes, tarot, echadores de cartas, horóscopos, etc. que inunda nuestra época sino una manifestación más de esa religiosidad pagana que ya exhibían los pueblos antiguos?

Afortunadamente ahora confiamos más en la medicina científica que en los poderes del dios Asclapio, el que según los antiguos griegos velaba por la salud de todos.

Hay mucha gente que cree que debemos volver a las antiguas religiones, aunque no lo expresan así. Son personas que creen en los poderes sobrenaturales de las piedras o en vibraciones positivas o negativas, en la madre Gaia, etc. (se conoce como la Nueva Era).

Es decir, al diluírse en Occidente la religión tradicional, el cristianismo, se observa cómo la gente se inclina a creencias paganas, sin base científica, pero que les hace sentirse mejor en el mundo, que les ofrece una especie de reconciliación con lo que significa nuestra vida en este mundo. Es el mismo efecto que ofrecen las religiones tradicionales: dar un sentido a la vida. No sé si será muy osado por mi parte, pero yo me atrevo, por eso, a llamarlas religiones paganas, y que me perdonen sus seguidores si les ofende la expresión.


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