Estaba pensando esta mañana cómo el hecho de disponer de información de prensa gratuita en internet está teniendo algunos efectos colaterales indeseables.
Hace un siglo la gente compraba gustosa el periódico impreso para estar el corriente de lo que pasaba en su ciudad, en su país, en el mundo. Me imagino que la radio primero y luego la televisión hicieron mella en los ingresos de la prensa escrita. Pero esta tenía la ventaja de la solidez, de la permanencia de lo escrito frente a la volatilidad de las ondas de radio y televisión. Uno podía ver la noticia, releerla, enseñarla a otros, recortarla e incluso conservarla si así era su voluntad. Eso no era tan fácil con la radio y la televisión. Luego llegaron los medios magnéticos de grabación: cintas, casetes,...
Con internet y los medios digitales es posible buscar las noticias, incluso en diferentes idiomas (si es que los conocemos), de cualquier parte del mundo pero, además, podemos grabarlas y difundirlas en blogs y redes sociales.
El efecto sobre la prensa escrita está siendo devastador. Muchos periódicos intentan adaptarse a la era digital con desigual fortuna. Para ello, tienen que cobrar: una cuota de alta o por artículo servido. Por supuesto, intentan ofertar servicios que den un valor añadido sobre lo que se puede obtener en internet gratuitamente. Por ejemplo, la hemeroteca o imágenes digitalizadas del periódico en papel (generalmente en formato PDF).
Pero muchos periódicos no están sobreviviendo al mundo digital.
Aparte de los posibles ingresos por servicios de internet, las únicas fuentes de ingresos del periódico en papel son por el cobro de cada ejemplar y por publicidad.
El precio de cada ejemplar tiene que mantenerse bajo, ya que la competencia de otros periódicos y de internet no permite un precio que compense más que una pequeña parte de la edición e impresión. La mayor parte (algunos hablan del 90%) del coste de cada ejemplar impreso tiene que proceder de la publicidad.
¿Y quién paga la publicidad? Pues empresas e instituciones. Cuanto mayor tirada tiene un periódico, mayor es el coste de la publicidad y también mayores son las empresas que se publicitan. Ayuntamientos, gobiernos regionales y nacionales, fundaciones y otras entidades aportan la otra parte de la publicidad.
Pero el que paga, exige. No se le puede criticar. Y además exige que se promuevan ciertos estados de opinión que les favorece.
Esto también es aplicable a la radio y televisión.
El que se nutre de estos medios está comprando, sin quererlo, una visión del mundo alimentada por esos anunciantes. Y ellos son los verdaderos motores de masas. Si interesa que la gente consuma cierta clase de pescado, o cierto tipo de ropa, o lea a ciertos autores, o piense de determinada manera sobre ciertos temas, si se quiere despistar con el origen y causas de la crisis, etc. toda una maquinaria se moviliza para lograrlo. Noticias, reportajes, tertulias... todo irá enfocado a ese fin.
Por supuesto que en internet las agencias o empresas de noticias no son neutras. También están sometidas al dictado de la publicidad y de las audiencias. Pero internet tiene la ventaja de ser ubicuo: uno puede ver la noticia planteada por diversas fuentes y obtener una visión más crítica que si compras un periódico y no puedes leer otro para comparar.
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