domingo, 17 de abril de 2016

El eufemismo "sostenible"

Es gracioso cómo los políticos han robado la palabra "sostenible" al movimiento ecologista, que fue quien acuñó el término.

En su origen, "sostenible" era aquello que iba a permitir que una sociedad o colectividad pudieran mantenerse a largo plazo (generaciones y generaciones) gracias a una gestión de los recursos equilibrada con el medio ambiente.

Así, bajo esa óptica, la industria extractífera (minas) no es una actividad sostenible, porque una vez que se han extraído los minerales (o petróleo) ya no hay forma de devolverlos a su lugar para volver a usarlos. Por contra, el reciclaje de los productos de consumo (envases, electrónica...) para recuperar minerales sí que sería una actividad sostenible.

Plantar árboles para proveer madera, en vez de talar bosques ancestrales, sí que sería una actividad sostenible. Etc.

A la vista de la aceptación que ha tenido el término entre la población en general, los políticos, ávidos de revestir de credibilidad sus asertos, propuestas e inversiones, han robado (muy propio de ellos) ese término al mundo del ecologismo.

Puede que el término se haya filtrado por esos vasos comunicantes que hacen que ciertos activistas del ecologismo acaben en la política, pero lo cierto es que el término ha acabado engrosando el diccionario de la política hasta el punto que lo van a degradar de tanto usarlo indebidamente.

Al primero que le oí usar el término relacionado con algo que no era la ecología fue a José Luis Rodríguez Zapatero, cuando propuso aquella que luego sería la farragosa Ley de Economía Sostenible.

Ahora, cada vez que abro el periódico de mi ciudad me tropiezo con titulares como estos:



Como se puede ver, los periodistas, siguiendo la estela de los políticos, se han lanzado al uso abundante del término, seguramente sin reparar mucho en su significado.

En fin, un eufemismo más que se añade al acervo del discurso político como un parche más para tapar las heridas por donde sangra a raudales y se pierde sin remedio la credibilidad de nuestros próceres.

NOTA: posteriormente a esta entrada, he averiguado que las inversiones que se hacen con los remanentes positivos de tesorería municipal del año anterior han quedado en llamarlas "financieramente sostenibles" o, por abreviar, "sostenibles".

Aquí  unas explicaciones sacadas de la página web de la FEMP (Federación Española de Municipios y Provincias) donde creo que lo aclaran muy bien:



NO a los nombres de los políticos en las cosas públicas.

Leído en un periódico que cierto alcalde quiere poner el nombre de una concejal recientemente fallecida (Ana Lopidana) en "alguna dotación social" que se inaugure en el futuro, en agradecimiento a su labor en la concejalía de acción social.

Así mismo, quiere poner su nombre a un premio que promovería el ayuntamiento para reconocer labores sociales, etc.

(También quiere poner el nombre de un concejal de deportes fallecido a un campo de rugby de próxima inauguración).

COMENTARIO:

No, no y no.

No me parece bien que se ponga el nombre de políticos a nada público, y menos aún si esto lo quiere hacer alguien de su mismo partido político.

Independientemente de cómo haya sido esta señora en vida, muchos discreparán de la valoración que hace el alcalde, y puede ser un insulto para esas personas que algo que han pagado con sus impuestos lleve el nombre de alguien a quien no aprecian.

La política está para servir a la ciudad, no al revés.

Mejor poner nombres neutros que no se asocien con ningún signo político.

martes, 5 de abril de 2016

Contratación pública: la madre de todas las corrupciones

[Comentario leído en el blog jurídico de JR Chaves, concretamente en esta entrada]:

Comparto el análisis, sencillo y preciso como es habitual en nuestra admirado JR Chaves, aunque soy algo más pesimista en relación con la visión de los españoles que da: no tengo claro que la mayoría haya aprendido de la actual situación las lecciones que indicas, y creo que hasta somos capaces de preferir quedarnos ciegos con tal de que el vecino se quede Tuerto…
Sobre el déficit público y los recortes, apunto un dato de mis estudios sobre contratación pública y corrupción: lo que perdemos en sobornos e ineficiencia en el gasto público invertido mediante contratos, es mucho más que el el déficit del año 2015, pero no parece que ni este ni ningún gobierno se tome en serio el problema de la corrupción en nuestro país…

[Comentario mío contestando, más bien reafirmando, en el blog mencionado el comentario anterior]:

De acuerdo en la relación entre contratación pública y corrupción. Dos pequeños ejemplos de mi ciudad, Burgos: una rotonda normalita: UN MILLÓN DE EUROS (pagados por el Estado, al estar situada en un vial de su titularidad). Vamos, no se lo creen ni ellos. Yo no soy experto, pero creo que con la quinta parte de ese dinero se podría haber hecho.

El otro ejemplo: un campo de rugby de hierba artificial (¿suena de algo?): UN MILLÓN DE EUROS. Una amiga ha estado buscando en internet campos similares construidos en España y no solían subir de los 500.000 euros. En el “caso Rus” hay una noticia que dice que cobró 700.000 euros por un campo de fútbol (son similares a los de rugby) y se calcula que la cifra está hinchada en un 40%. O sea, que ese campo debería haber costado unos 400.000 euros. Pues el de Burgos, por ahí. Y miren qué diferencia.

Son dos botones de muestra.

¿A dónde va ese dinero pagado de más, que sale de nuestros impuestos? Todos habremos oído hablar del caso Bárcenas. Pues eso nos da una pista.

Si no se ataja esta sangría, no hay gobierno, del color que sea o de la mezcla de todos los colores de la paleta, que nos saque del atolladero. Seguiremos siendo los hermanos pobres de Europa y el hazmerreir de los que manejan los hilos.

[Añadido que hago, sólo aquí, ampliando mi comentario]:

En una entrada reciente de este blog mío, con motivo de las últimas elecciones generales, ya mencioné que el tema de la contratación pública debía ser uno de los ejes reformadores de cualquier gobierno que pretenda que mejoremos. Para ello sólo existe un camino: transparencia total. Allí decía lo siguiente:


* Presupuestos y cumplimiento de los mismos, así como ingresos de las administraciones, aprobaciones de gastos, sueldos de autoridades y funcionarios, proyectos, licitaciones, ofertas de licitaciones, etc. totalmente públicos, en tiempo real y de libre acceso en internet para cualquier ciudadano que quiera consultarlos (salvo materias reservadas de seguridad nacional, que requerirían ciertos controles para su acceso).



domingo, 3 de abril de 2016

Sobre la inexistencia de acuerdo para gobernar en España

[Respuesta mía a una entrada del blog jurídico de J.R. Chaves, magistrado de lo contencioso-administrativo].

Yo debo ser como ese del dicho: “El que mantiene la calma cuando todos huyen… es que no ha captado la gravedad del peligro”.

Es decir, estoy encantado con la situación actual. Yo no creo que seamos un Titanic que se hunde sino un velero que se ha quedado sin capitán, o está dormido, y va “al pairo”, algo así como “a donde nos lleve la corriente”, que igual es mejor que a donde nos lleve un capitán pirata.

Mi experiencia vital me indica que los gobernantes españoles tienen varios vicios, aparte de meter la mano en la caja… o en el sobre. Uno de ellos es esa manía de estar retocando las leyes continuamente y a golpe de mayorías monocordes, casi siempre absolutas. Si yo fuera jurista preferiría una legislación que sea estable, por aquello de la seguridad jurídica y de no volver locos a los ciudadanos que acaban por no saber si tienen que circular por la derecha o por la izquierda (me refiero a la carretera, no a la política). ¿Porqué hacen esto los políticos? Hay varias razones. Voy a empezar por la más obvia: por dar gusto a sus amigos, pero también a aquellos que pueden abrirles cuentas opacas bien dotadas en algún paraíso fiscal. En segundo lugar, diría que los políticos tienen miedo de que les acusen de inacción. Al cambiar las leyes de forma desaforada, parece que hacen algo, aunque la mayor parte de las veces lo único que hacen es marear la perdiz… y al ciudadano. Como si gobernar para que se cumplan las leyes existentes no fuera mucho más importante.
Su incapacidad de llegar a acuerdos, tanto si están en el poder como en la oposición, para aprobar leyes importantes sin temor a que sean modificadas cuando la oposición llegue al gobierno, les ha conducido ahora a este anquilosamiento en el que parece que no hay tampoco posibilidad de acuerdo.
En tercer lugar, y quizá sea redundante con lo dicho como primera razón de ese ansia de modificar leyes, es que cada variación de las leyes es una vuelta de tuerca contra el ciudadano de a pie, contra el trabajador: menos derechos laborales, menos privacidad, menos competencia donde elegir, menos seguridad jurídica, menos tutela judicial efectiva… Al final, de nuevo, más poder para los poderosos, más indefensión para los humildes. Y en esto me da igual que gobiernen los unos o los otros, que a la postre yo diría que son los mismos perros con distintos collares. Y que me perdonen los canes por esta comparación.

Debo decir que sigo con interés y hasta con cariño las entradas de este blog jurídico, pero en este caso no puedo estar más en desacuerdo. Desde el tono mayestático empleado esta vez, usando la primera persona del plural para enunciar los desacuerdos con la situación política actual, como si el mismísimo Papa los dictara, hasta el contenido mismo de las razones que informan esos desacuerdos, perdóneme sr. magistrado, como humilde ciudadano asqueado, apaleado, ninguneado, humillado, despreciado, engañado, desvalijado… (así me siento, y me quedo corto) por los políticos desde hace muchos años, prefiero que sus señorías electas se queden en sus casas aunque cobren sus astronómicos sueldos. Y hasta las dietas que no se merecen les daría, con tal que no cometieran más tropelías haciendo leyes que sólo sirven para aplastarnos (por no usar otro verbo peor sonante) más. Que sigan negociando sus acuerdos imposibles. Que sigan los cuatro años de legislatura, si hace falta. Apuesto a que el país entero, en ese lapso, daría un brinco en lo moral y hasta en lo económico (que estoy convencido que no hay lo segundo sin haber lo primero) que sería la grata sorpresa de Europa y hasta del mundo entero. Ese día seríamos conscientes de que podríamos despedir a la mayor parte de los políticos de esta santa nación y funcionaríamos mejor. Sólo restaría hacerlo, aunque sería difícil porque hasta en eso las leyes están hechas para perpetuar ese modelo de “fijosdalgo”, de privilegios vitalicios y paternalistas, que nos viene desde la época de Cervantes y cuyo único mérito requerido ahora es afiliarse a un partido y conocer a alguien que conoce a alguien.

Un viejo abogado me confesó: cada vez se legisla más y peor. Las leyes son menos claras, más ambiguas. Si vas a juicio, aunque te asista la razón de la lógica, no sabes si saldrás malparado por esa ambigüedad de las leyes que deja al sr. juez con la pesada carga de interpretarlas para otorgar el favor de la justicia al que realmente la merece.

Dicho todo lo cual, he de advertir, por otro lado, que si yo fuera abogado, tal vez estaría encantado con ese constante hurgar en el enjambre de las leyes, códigos, decretos, ordenanzas, reglamentos y demás que parece encantar a nuestros próceres, porque así el ciudadano que desea defender sus legítimos intereses tendrá que venir a mi puerta buscando que le aporte un poco de luz en ese maremágnum de legislación y jurisprudencia. Y ya se sabe que eso son monedas al cajón. Pero, como ciudadano de abajo, soy de la opinión de que ese maremágnum semicaótico acaba por empobrecernos como nación. Los poderosos siempre pescan mejor en río revuelto, perdón, en “mar” revuelta. Los malparados acabamos siendo también, siempre, esa mayoría silenciosa que no tenemos medios para costearnos abogados y largos procesos.

Perdón por mi exceso verbal.